Normandie

Normandie

lunes, 3 de noviembre de 2014

Y si hubiera sido yo... (Homenaje a Teresa que venció)

"Il n'y a pas que du beau dans la tête de l´homme."
Pars Vite e reviens tard
Fred Vargas

Lunes de nuevo. Qué cansado estoy. Descarto la ducha y el desayuno, me pongo lo primero que encuentro, y salgo corriendo. Alto! Hay algo pintado en la puerta de casa, una especie de símbolo que no reconozco. No estoy para bromas, cojo el ascensor y bajo a la calle a coger el autobús. Ya pensaré luego qué hacer con la puerta. En la radio comentan el estado de los últimos posibles afectados por el ébola. Parece que, de momento, los resultados son negativos. Menos mal. El enfermero mejora poco a poco. Sé fuerte y sobrevive al virus, elimínalo de tu cuerpo por favor. Bajo del autobús y continúo andando. ¡Qué pocos coches aparcados! ¡Cuántos sitios libres! ¿Será fiesta hoy? ¿Qué día es hoy?

Entro por la puerta lateral del Hospital Universitario de Alcorcón, como cada día, pero hoy no hay nadie. Siento como si alguien me siguiera a distancia, me vuelvo, pero no veo nada irregular. En la recepción está Maite leyendo un libro. Maite, ¿qué ha pasado? Ya sabes, el miedo al contagio. No vienen pacientes últimamente, las consultas están vacías. Vete haciendo a la idea Manu, somos el hospital maldito. Me ha dicho Susana, la de administración, que ayer cancelaron quinientas citas y hasta alguna operación planificada. ¿Qué me cuentas? Y, ¿qué hace la dirección? Lo de siempre, hablar con la Consejería de Sanidad…

No hay mucho trabajo. Yo también soy enfermero y pienso que ahora podría estar aislado, en una habitación dentro de una burbuja de plástico, luchando como mi compañero. Pero he tenido más suerte y sigo como si nada hubiera sucedido. No quiero recordar nada, no quiero pensar. Siento ataques de pánico si lo hago.

Tras una jornada tranquila que no me ayuda a dejar de pensar, vuelvo a casa. No sé bien por qué me meto en el metro, subo a la línea doce y me dejo llevar. Cuando oigo “estación Puerta del Sur, correspondencia con línea diez”, mis pasos se dirigen a la puerta y hago el trasbordo. Voy como un autómata, con la mirada fija en el infinito, paso rápido y firme sin ver apenas lo que hay a mi alrededor.

Una vez en la línea diez me siento y veo pasar las estaciones. Sigo sin pensar hasta que una imagen rompe mi estado y me devuelve a la realidad: un graffiti en la estación de Tribunal. Ese símbolo… ¡es el que había en la puerta de mi casa cuando salí! Doy un salto y consigo dejar el vagón justo antes del cierre de puertas. Retomo la línea en el sentido contrario y vuelvo a Alcorcón. Cuando llego a la estación de Puerta del Sur me siento agobiado del recorrido en el metro y decido salir a coger el autobús. Línea dos: este me deja cerca de casa. Me dejo llevar.

El autobús pasa delante del hospital en el que trabajo, cerca de mi casa. Miro las calles con desinterés. Doy vueltas y vueltas a lo que he visto. Tengo que averiguar qué es y quién lo está haciendo. Quien me señala. El autobús hace su parada en el hospital y, en un lado de la puerta lateral, vuelvo a verlo: el mismo símbolo. Cuando salí hace una hora no estaba. O simplemente no me fijé. Sigo mi trayecto hasta casa y allí sigue en mi puerta acusándome. Siento que hay un mensaje detrás de todo esto. ¿Es posible que alguien sepa que yo estaba con él ese día…? No lo creo. No puede ser. Me empiezo a poner nervioso. Calma, calma.


En la televisión un locutor explica que parece que el contagio se produjo al rozar un guante contaminado la cara del enfermero afectado. Y no se explican el error en el procedimiento ya que siempre un compañero debe ayudar a quitarse el traje… Mi casa, Tribunal, Hospital. Siento pánico. Fui yo. ¿Quién ha podido enterarse? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario