Normandie

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lunes, 3 de noviembre de 2014

El hombre tranquilo

Descubrí la clave en el último verso del haiku. Terminada la cena, cogí el dulce que me acababan de entregar con el té y lo mordí mientras la miraba jugar con los palillos de madera. Ella, vestida de niña antigua, barroca, con lazos y encajes, coletas y tirabuzones y sus labios pintados me sonreía con maldad. Saqué del dulce el papel enrollado y, al leer el verso que contenía, se disiparon mis dudas. Con un gesto rápido e inesperado, cogí sus muñecas y las até con firmeza. Sus uñas largas y afiladas se alargaron hasta arañarme y hacerme sangrar. Había sido ella. Mi amor. Mi Lolita. Intentó morderme pero mi catana terminó con la leyenda. No he vuelto a dibujar manga. Soy un hombre tranquilo.

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