Tenía
la ilusión de aprender a jugar al golf. Elle no era muy amante del deporte,
pero estaba de moda y pensó que podía ser una buena oportunidad de conocer
gente y comenzar una vida un poco más saludable. Sus amigos tampoco eran de los
que dedicaran los domingos a pasear con el carrito a cuestas haciendo negocios.
Contactó con un compañero, bueno era amigo del trabajo, de los que te llevas
bien durante las horas en que estás en la factoría, pero que no llegas a tener
una relación personal más allá de la jornada laboral. Había oído que era buen
jugador, que participaba en los torneos que se organizaban con los clientes, y
le preguntó.
─Me
han dicho que eres un crack jugando al golf ─dijo Elle mientras comían.
─Bueno,
me gusta jugar cuando puedo. Mira, te voy a enseñar un video. ¿Qué te parece?
Los zapatos me los regaló mi mujer… ─Smart se sintió adulado y encantado de
demostrar lo bueno que era y el estupendo equipo que, tras algunos años de
práctica, había ido comprando.
─Verás,
quisiera aprender y necesito algún club que esté bien, cerca del trabajo, para
pedir unas clases. ─En el fondo dudaba si había sido buena idea pedírselo a
Smart.
─El
viernes, a las tres, nos vamos a Illescas, yo me llevo los palos de mi mujer y
practicamos, así ves si te gusta antes de meterte en cursos.
─De
acuerdo, el viernes te espero a la salida y te sigo hasta allí.
Y
así comenzó la tarde del viernes que pretendía ser divertida.
Elle
se había pasado la tarde del jueves pensando cómo tendría que ir vestida: demasiado
deportiva, no, pensarían que era pretenciosa; con traje como solía ir al
trabajo, impensable. Finalmente se vistió casual,
con vaqueros y deportivas de caminar y un polo de manga corta, que había oído
que en el golf se viste mucho con un polo. Una gorra y gafas de sol eran
alternativas según viera a los demás que estaban por allí cuando llegara.
Al
fin llegaron las dos del viernes y, nerviosa, empezó a recoger para salir con
tiempo. Recogió el coche del aparcamiento y se dirigió a la puerta donde había
quedado con Smart. Cuando llegó, el BMW blanco de Smart ya estaba en un lado
esperándola. Se colocó como pudo detrás, pero a cierta distancia, donde había
un espacio en el que podía parar sin molestar demasiado.
Smart
tardaba en arrancar y Elle hizo sonar el claxon impaciente «qué estará haciendo
este hombre…», con lo que consiguió que el coche iniciara el movimiento,
primero despacio y luego alcanzando bastante velocidad.
Elle
comenzó a mirar con inquietud los kilómetros recorridos cuando el reloj marcaba
las cuatro y media, y aún seguían conduciendo por carreteras secundarias tras
haber tomado un desvío de la carretera nacional. Por la distancia a la que
estaba el club, en veinte minutos deberían haber llegado, pero conociendo a
Smart, no le extrañaba… ¡A saber dónde habría pensado llevarla antes de ir al
club! Tal vez iban a recoger a su mujer, para que los acompañara y así se la
presentaba.
El
tiempo pasaba y no llegaban. Empezó a sentirse realmente nerviosa y preocupada.
No tenía ni idea de en qué lugar se encontraban ni hacia dónde se dirigían, se
sentía totalmente perdida y no había puesto el GPS confiando en que solo tenía
que seguir a Smart, por lo que no le quedaba más solución que seguir al BMW
blanco. Una sombra de preocupación le vino a la mente de pronto… ¿y si no era
Smart al que estaba siguiendo? Imposible, estaba esperándola en la puerta donde
habían quedado.
─Le
podría haber preguntado la matrícula, pero ni se me ocurrió. ─Pensó Elle.
Ya
eran casi las seis cuando el BMW blanco al fin se detuvo. Y Elle, detrás,
también paró el motor.
No
era un club de golf. No era una ciudad, ni era un pueblo. No era una zona urbanizada.
─¡Dios
mío, dónde me he metido! ─Es lo único que pudo pensar Elle antes de verse
rodeada por seis hombres que la obligaron a bajar del coche.
─Tú, ¿Po
qué me seguía? ─dijo con voz broca un tipo alto, sucio y con cara de pocos
amigos.
Elle
solo pudo balbucear ─Yo, yo solo seguía a Smart, me equivoqué… Íbamos al golf…
La
llevaron a una nave medio abandonada y la dejaron en una habitación sucia y
vacía.
─¡Vaya gordo nos ha tocao! ─Oyó que decía
uno de ellos.
─Esta noshe nos vamo a divertí ─dijo otro
con voz aguda.
─¡Ni se vos ocurra! ─gritó el que parecía
ser el jefe ─A quié le ponga una mano
encima, se l’arranco de cuaho…
Elle
se sentía aturdida, ─Qué hago, cómo me ha podido pasar esto… ─intentaba pensar,
cuando vibró en el bolsillo el móvil. Era Smart que le enviaba un wasap
disculpándose de no haber estado a la hora acordada porque «le habían robado el
coche». El estómago de Elle crujió al leerlo y un vómito violento descargo la
tensión acumulada. Estaba tan atónita que ni siquiera podía llorar, tampoco razonar.
Aterida
de frío llegó el amanecer. Los tipos del otro lado de la puerta debían dormir
en ese momento porque no se les oía pero tampoco se habían ido. Les había oído
discutir sobre qué harían con ella pero no se ponían de acuerdo. Se habían
encontrado con una situación que no sabían muy bien cómo manejar. En medio de
ese estado de duermevela, Elle oyó motores que se acercaban desde la carretera,
de un salto se asomó al ventanuco y le pareció ver vehículos pesados de obra.
Su corazón reaccionó con taquicardia mientras detrás de la puerta se oía a los
tipos dar voces, apresurados.
─¡Corré, corré! Tíos, abrí los ojos de una vé y ahuecá que hay visita... ¡Vamo, vamooo! ¡Levatá er culo de una vé!
La
zona se llenó de hormigoneras, excavadoras, camiones…Elle entonces lloró, lloró
mucho, todo lo que no había podido hasta ahora, pero de alegría. ¡Estaba
salvada! Cuando se aproximaron unos obreros, Elle empezó a gritar.
─Pero
mujer ¿qué hace usted aquí? ¿Qué le ha pasado?
Elle
solo podía llorar.
Al
salir, respiró hondo para sentir la realidad, para hinchar los pulmones con esa
suerte que le había traído el día. Miró alrededor para adivinar dónde se
encontraba y lo vio escrito en el cartel que estaban levantando los de la obra:
«PRÓXIMA
CONSTRUCCIÓN DEL CAMPO DE GOLF SMART
GREEN EN VALDECABALLEROS»