El muñeco fue
el primero en cerrar los ojos al caer en la acequia. La pequeña lo abrazaba con todas sus
fuerzas y le miraba con cariño. No
tengas miedo, no te vas a hacer daño, yo te protejo. Mientras, una figura se
alejaba caminando despacio, sin volver la vista atrás. Espero que alguien te
recoja como a Moisés, el “entregado por las aguas”, y tu
vida sea mejor que la que has sufrido a mi lado. Te quiero, mi princesita.
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