—¿Qué haces en la
cama a estas horas? La habitación apesta. Tú apestas. No puedes seguir así.
Levántate. Dúchate. Vístete. Aquí hace falta aire fresco y luz. Te preparo algo
de comer.
Un
rayo de luz le hace cerrar los ojos al sentir dolor por su intensidad cuando se
abre la ventana. Se siente debilitado. No puede recordar desde cuando está
apresado entre las sábanas de la cama. No siente la necesidad de moverse. Sus
músculos se van haciendo vagos y se diluyen poco a poco, poco a poco. No siente
la necesidad de comer. Pensar en la comida le provoca el vómito. No siente la
necesidad de asearse. Su olfato parece atrofiado. Solo quiere que le dejen en
paz. Volver a la inconsciencia. Vivir en la inconsciencia. Dónde estarán las
pastillas…
Un
ruido de cacharros en la cocina le devuelven la consciencia. Le duele la
cabeza. Por favor, deja de hacer ruido, por favor. Palpa entre las sábanas un
bote pequeño. Las pastillas. Le quita la tapa y se lo lleva a la boca. Vuelca
todas las que quedan. Le hieren la garganta seca, pero hace un esfuerzo y las
traga. Se siente cansado, muy cansado. Cierra los ojos y comienza el viaje.
çÇç
Una
punzada, un dolor agudo en el tobillo le despierta, pero no puede abrir los
ojos. Una venda apretada los envuelve. Tampoco puede hablar, ni gritar. Toda su
boca está llena con algo áspero: ¿un trapo, un papel, una toalla? Ahora sí
necesitaría beber, agua, agua, agua. La punzada se convierte en un dolor
insoportable. Se desmaya.
çÇç
—¡Qué
olor tan insoportable en el descansillo! ¡Portera! ¡A ver si friega con lejía y
no deja las basuras acumuladas durante días!
¡Aquí no se puede vivir!
—Miré usté Señá relimpia, una cumple con su
obligación y su obligación es acorde a lo que le pagan a una. Y se limpia
cuando hay material con qué limpiar. Y si no lo hay, pues no se limpia porque
hace días que llevo esperando los cuartos para ir al super a comprar. Así que,
si la explicación no satisface, pues traiga su lejía y limpie delante de su
puerta usté misma. Aunque ese olor no
creo que se vaya con el fregoteo, pues no sube del suelo, sino que baja del
ático. Hace días que no subo al sexto. Y va para más de un mes que no veo salir
al vecino que lo ocupa. ¡A ver si va a estar defunto y no nos hemos enterao!
—No diga eso,
Angustias, por Dios bendito. ¿Y dice usted que está dentro el vecino?
—Ya le digo. A mí
no se me pasa na de esta casa. Y por
el olor…debe estar mu defunto…
—Angustias, válgame el cielo, vaya corriendo a
llamar a la policía…
çÇç
—Mire señor oficial,
el del ático hace más de un mes que no asoma la jeta por la puerta, vamos que
no sale del piso. Antes cada mañana salía, un poco desarreglao, eso sí, nunca fue un pincel el tipo, pero iba limpio,
me pasaba la ropa para lavar tos los
viernes. Pero algo pasó, me da a mi el tufo que algo malo, y se quedó sin salir. Algo de perras sería pa estar tan
cagao, con perdón de usté. Pero quién iba a pensar que la cagueta se convertiría en degüello… ¿Y
dice usté que le faltan los pies?
Válgame el cielo. Pa que no se fuera
corriendo el defunto… ¡Hay que estar trastornao! ¿Qué piensa que pue ser alguien del portal? De eso ni
hablar. Aquí tos somos gente honrá. Le digo yo que tie que ser alguien de ajuera. Uno de esos que le debían
visita. ¿Qué pregunta qué? Mire usté
que estoy un poco teniente… ¿Que en
qué trabajaba? Pues dicen que era
“artista”, de esos que no dan palo al agua en tol día y pintan chicas de alterne por las noches o caras raras con
los ojos en el cogote. Como ve está to
echo un asco, que la pintura ni con barrilla
sale. Y una vez casi me mata porque le eche lejía a un pintarrajo de la pared.
¿Qué si además de las chicas le visitaban hombres? Solo he visto uno que venía
de vez en cuando. Pero era mu formal
y educao, además venía limpio y planchao como un manequín de escaparate. Hasta me pidió unos cuchillos de cocina pa cocinarle algo de comer al defunto, antes de ser defunto, claro está. Y me los devolvió
bien relimpios. Pero no le debió gustar mucho lo que le cocinó porque le oí dar
voces que se oían hasta en la plaza. Los artistas son así, ya sabe usté. Mire, yo soy mu discreta, no escucho conversaciones ajenas, pero una tarde
fregaba la escalera y le oí chillarle al finolis
que jamás iba a permitir que le robase su obra. Que era un pelagiador o algo así. Usté
sabrá que significa porque esta que le habla no fue a la escuela y no sabe de
libros. Pa terminar, que me queda aún
faena, que una no ha escuchado nada y nada puedo contarle.