Normandie

Normandie

sábado, 26 de enero de 2019

MUSEO C6. La portera.




—¿Qué haces en la cama a estas horas? La habitación apesta. Tú apestas. No puedes seguir así. Levántate. Dúchate. Vístete. Aquí hace falta aire fresco y luz. Te preparo algo de comer.
Un rayo de luz le hace cerrar los ojos al sentir dolor por su intensidad cuando se abre la ventana. Se siente debilitado. No puede recordar desde cuando está apresado entre las sábanas de la cama. No siente la necesidad de moverse. Sus músculos se van haciendo vagos y se diluyen poco a poco, poco a poco. No siente la necesidad de comer. Pensar en la comida le provoca el vómito. No siente la necesidad de asearse. Su olfato parece atrofiado. Solo quiere que le dejen en paz. Volver a la inconsciencia. Vivir en la inconsciencia. Dónde estarán las pastillas…
Un ruido de cacharros en la cocina le devuelven la consciencia. Le duele la cabeza. Por favor, deja de hacer ruido, por favor. Palpa entre las sábanas un bote pequeño. Las pastillas. Le quita la tapa y se lo lleva a la boca. Vuelca todas las que quedan. Le hieren la garganta seca, pero hace un esfuerzo y las traga. Se siente cansado, muy cansado. Cierra los ojos y comienza el viaje.

çÇç

Una punzada, un dolor agudo en el tobillo le despierta, pero no puede abrir los ojos. Una venda apretada los envuelve. Tampoco puede hablar, ni gritar. Toda su boca está llena con algo áspero: ¿un trapo, un papel, una toalla? Ahora sí necesitaría beber, agua, agua, agua. La punzada se convierte en un dolor insoportable. Se desmaya.

çÇç

—¡Qué olor tan insoportable en el descansillo! ¡Portera! ¡A ver si friega con lejía y no deja las basuras acumuladas durante días!  ¡Aquí no se puede vivir!
Miré usté Señá relimpia, una cumple con su obligación y su obligación es acorde a lo que le pagan a una. Y se limpia cuando hay material con qué limpiar. Y si no lo hay, pues no se limpia porque hace días que llevo esperando los cuartos para ir al super a comprar. Así que, si la explicación no satisface, pues traiga su lejía y limpie delante de su puerta usté misma. Aunque ese olor no creo que se vaya con el fregoteo, pues no sube del suelo, sino que baja del ático. Hace días que no subo al sexto. Y va para más de un mes que no veo salir al vecino que lo ocupa. ¡A ver si va a estar defunto y no nos hemos enterao!
No diga eso, Angustias, por Dios bendito. ¿Y dice usted que está dentro el vecino?
Ya le digo. A mí no se me pasa na de esta casa. Y por el olor…debe estar mu defunto
Angustias, válgame el cielo, vaya corriendo a llamar a la policía…
çÇç
Mire señor oficial, el del ático hace más de un mes que no asoma la jeta por la puerta, vamos que no sale del piso. Antes cada mañana salía, un poco desarreglao, eso sí, nunca fue un pincel el tipo, pero iba limpio, me pasaba la ropa para lavar tos los viernes. Pero algo pasó, me da a mi el tufo que algo malo, y se quedó sin salir. Algo de perras sería pa estar tan cagao, con perdón de usté. Pero quién iba a pensar que la cagueta se convertiría en degüello… ¿Y dice usté que le faltan los pies? Válgame el cielo. Pa que no se fuera corriendo el defunto… ¡Hay que estar trastornao! ¿Qué piensa que pue ser alguien del portal? De eso ni hablar. Aquí tos somos gente honrá. Le digo yo que tie que ser alguien de ajuera. Uno de esos que le debían visita. ¿Qué pregunta qué? Mire usté que estoy un poco teniente… ¿Que en qué trabajaba? Pues dicen que era “artista”, de esos que no dan palo al agua en tol día y pintan chicas de alterne por las noches o caras raras con los ojos en el cogote. Como ve está to echo un asco, que la pintura ni con barrilla sale. Y una vez casi me mata porque le eche lejía a un pintarrajo de la pared. ¿Qué si además de las chicas le visitaban hombres? Solo he visto uno que venía de vez en cuando. Pero era mu formal y educao, además venía limpio y planchao como un manequín de escaparate. Hasta me pidió unos cuchillos de cocina pa cocinarle algo de comer al defunto, antes de ser defunto, claro está. Y me los devolvió bien relimpios. Pero no le debió gustar mucho lo que le cocinó porque le oí dar voces que se oían hasta en la plaza. Los artistas son así, ya sabe usté. Mire, yo soy mu discreta, no escucho conversaciones ajenas, pero una tarde fregaba la escalera y le oí chillarle al finolis que jamás iba a permitir que le robase su obra. Que era un pelagiador o algo así. Usté sabrá que significa porque esta que le habla no fue a la escuela y no sabe de libros. Pa terminar, que me queda aún faena, que una no ha escuchado nada y nada puedo contarle.

MUSEO C5. El cuñao.



No creas que te vas a librar, pringao, re-listo. Yo sé quién eres y se lo que haces.

Genaro anda de un lado a otro en el piso que tiene alquilado en la calle Felipe De Diego, en Palomeras. Es un piso vacío, pequeño, sin muebles. Un espacio en el que solo hay cuatro muebles de cocina sin usar y una especie de catre en un lado. Parece un estudio “okupado” más que alquilado, quien entre no puede pensar que alguien esté viviendo allí.

En el suelo, dispersas, un montón de notas escritas en cualquier soporte inesperado: una servilleta, un billete de metro, un trozo de papel higiénico, un vaso de café de cartón abierto en abanico… y una foto de Pablo en la puerta del museo hablando con alguien. Parece una mendiga.

Genaro sale del piso y se pasa por el Carrefour que hay dos calles más allá, compra una Coca cola zero y unos Doritos y de paso se lleva un cutter escondido en la chaqueta. Por suerte no pita al pasar por el arco y sale bebiendo con ansia ese líquido que aumenta su estado de vigilia, para pensar bien.


çÇç


No era la primera vez que se dirigía al museo, la diferencia es que esta vez entraba por la puerta de servicio, contratado como vigilante de seguridad. Le había favorecido su disposición a trabajar por las noches, no debían tener muchos aspirantes a ese puesto, dios sabrá por qué. Qué cojones le importaba. Ahora Genaro va con un uniforme nuevo y cuando le ha visto la Toñi salir del cuarto casi se cae de culo de la impresión.
—¿No te habían echao? ¿A dónde vas tan pinturero?
—Nuevo destino guapa. Me dan otra oportunidad en un museo, a vigilar de noche.
—Pues ya estás tardando en buscarte un sitio, que necesito alquilar esa habitación pa llegar a fin de mes.

La otra vez fue acompañando a su cuñao, para un trabajito. Entraron casi a escondidas, jugándosela para evitar las cámaras, pero un favor es un favor y no le podía decir que no al marido de su hermana. Menuda es. Sobre todo, teniendo en cuenta que le estaba dejando un cuarto para dormir hasta que volviera a poder pagarse un alquiler. Tampoco tenía que echárselo en cara a cada minuto, la muy zorra. Y menos a cambio de ayudar a ese inútil que no hacía más que meterse en líos. ¿Cuánto le habrían pagado por sacar las cajas del museo? A saber qué contenían para pesar tanto y encima tener que hacer el porte por la noche…
Mañana mismo me busco un piso y me largo de la casa de esos dos. Le regalo unas madalenas y quedo como un jentelman, para que se entere esa de lo que es capaz su hermano, que tengo una educación y un respeto por la familia.

Creo que es ese el museo. Me dijeron que entrara por la puerta lateral, supongo que será esa.
—Buenas noches, me llamo Pablo. No hace falta que te presentes, supongo que eres “el nuevo” ya me informaron de la central que hoy llegarías. Sígueme. Te enseño donde está el vestuario y cuando te hayas cambiado, vemos las fichas de órdenes y hacemos una ronda. ¿Cómo te llamas?
Me recibe un compañero cuya cara me es familiar. Dónde he visto yo a este tipo. Bueno vamos a empezar bien el primer día, qué me digo, la primera noche.
—Genaro, Genaro Estevez. Hasta ahora hacía de conserje en una urbanización de lujo, pero me echaron.
La culpa fue de los compañeros, ese resabio que se las quería dar de listo y los otros dos que le seguían como borreguitos. Estuvo malmetiendo hasta que me echaron. Pero esos tres tuvieron su merecido: los largaron del trabajo cuando los denuncié por acoso.