Normandie

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martes, 9 de septiembre de 2014

Oscuros Orígenes

Nunca me sentí uno más entre ellos. Cada día alguno de mis compañeros, de una manera subliminar pero evidente, me hacía notar que había algo en mí que me separaba de ellos. Y, conforme íbamos creciendo, me alejaba cada vez más de aquellos con los que me había criado.

Tras la escuela, me acercaba a la librería que regentaba mi padre para ayudarle. Sentía fascinación por las estanterías repletas de viejos libros ordenados meticulosamente por temas y autores. En orden alfabético. Libros de segunda mano que escondían una historia detrás. Una vida que los había terminado llevando a los estantes en busca de otra oportunidad.

Era una librería pequeña, oscura, con un pequeño mostrador en el que se apilaban los últimos libros recibidos y una trastienda tan pequeña que apenas podíamos entrar los dos a la vez. Allí guardaba mi padre el guardapolvo gris y una botella de whisky barato que le permitía pasar los fríos días de invierno. Una vieja silla guardaba el abrigo y la bufanda durante el día y el guardapolvo al acabar la jornada.

Cuando me levantaba cada mañana y me aseaba para ir a clase, miraba al espejo que tenía delante y repasaba detenidamente cada parte de mi rostro intentando averiguar  el origen de esos rasgos con los que había nacido y que me diferenciaban tanto de los demás. Podría ser la causa una enfermedad de mi madre durante el embarazo. O un siniestro y desconocido antepasado que llegara de tierras lejanas. Tenía que averiguarlo.

Una mañana mi padre no se levantó para acercarme a la escuela. Estaba muy enfermo. Me hizo acercarme a él y me susurró que yo debía seguir con la librería. El trabajo de toda su vida que, a su vez, había heredado de su padre. Con los años que había ido a la escuela y sus enseñanzas, no debería tener problemas para continuar el negocio. Me hizo abrir un cajón del armario y sacar una caja de zapatos que contenía un pequeño talego de lona  con un atavío de niño. Era todo lo que poseía cuando me rescató. Un accidente al descargar un contenedor con la grúa desde un carguero, hizo que se desplomara y  se estrellara contra el malecón del puerto. Muchas vidas se truncaron en ese accidente. Nunca hubo una explicación clara. Nunca se terminó de explicar. Sólo un pequeño de unos 6 años apareció andando desorientado delante de la librería hablando un perfecto inglés aunque su aspecto era oriental. Había mucha gente ese día en el muelle pero nadie reconoció al pequeño. Nadie preguntó nunca por él. Y decidí adoptarte, hijo mío.

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