Normandie

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lunes, 14 de septiembre de 2015

Ha vuelto



Sentí mis lágrimas, cálidas, deslizándose por mis mejillas y esa sensación de vida, centrada en dos pequeños surcos sobre mi rostro, fue el detonante que puso de nuevo en marcha los mecanismos de mi cerebro. Pensé que lo primero era revisar la situación, mi mente analítica estaba perfectamente entrenada para ello: respiraba, buen indicio para empezar; no podía mover los brazos, eso ya no era tan alentador; mis párpados de forma inconsciente pestañeaban, bueno, algo es; me centré en intentar ver dónde estaba, que tenía a mi alrededor que aprisionaba mis brazos; en medio de la penumbra, por encima de mi cuerpo, intuía un leve resplandor insuficiente para distinguir algo relevante. No sentía dolor, buen síntoma, pero estaba aterido y muy fatigado.



Sentados en el sofá, medio adormilados tras la dura jornada de trabajo, cenábamos menú chino pedido por internet que nos acababa de traer un motorista. No hablábamos, mirábamos a ratos distraídamente el televisor sin prestar demasiada atención a las noticias de la noche que se parecían cada noche y se convertían en una narración rutinaria, como enlatada, en la que se sucedían los incendios de cada verano que estaban asolando la región, los horrores de los que huyen de sus países porque allí donde nacieron y crecieron o los matan o se mueren de hambruna, un nuevo caso de corrupción, cuya novedad residía en la persona investigada ya que el resto de la noticia era un calco del resto de los casos ya vividos, y el broche de caramelo para cerrar el noticiario y borrar la sensación de desencanto: los grandes acontecimientos del mundo del fútbol en el día. No teníamos hijos porque así lo habíamos decidido ambos, tras realizar un análisis de ventajas e inconvenientes para nuestras vidas y nuestras carreras profesionales, por lo que nuestra cómoda, agradable y planificada vida de lujo se había convertido en una tediosa rutina a la que faltaba un cierto aderezo.



Nacho, mi mejor amigo, compartía mis momentos de crisis, tanto las del trabajo como las personales. Siempre estaba dispuesto a estar en dos horas en el sitio acordado para ir a comer o tomar unas copas cuando le llamaba. Lo notaba enseguida en mi voz y arreglaba su plan del día para estar conmigo.



─Deliciosa esta ginebra Gim Sea, gallega, la descubrí hace poco, en Salón de los Destilados de la Guía Peñín.

─Si, muy buena, siempre me sorprendes. ¿Otro gin tonic?

Nacho, somos amigos desde la Universidad, hemos pasado más de dos apuros juntos y hemos sobrevivido a alguna borrachera…eso nos ha hecho hermanos. Sé que eres el único en quien puedo confiar. Siempre estas con una copa delante cuando la necesito. Hoy sin embargo percibo un escondido gesto de preocupación ¿qué me ves que te hace dudar? ¿Mi verborrea ha cambiado? Puede ser. Es cierto que en otras ocasiones ya llevaríamos más de cuatro copas y ahí  está la segunda sin empezar.

Y tomando un largo trago, empecé a hablar.



Esa noche no dormí. Cuando se abrió la mañana, Nacho y yo seguíamos en el coche, él escuchando y yo descargando mi alma. Le acerqué a su casa y me tomé un café doble bien cargado para despejarme. Me sentía aliviado y tranquilo. Esperé delante de la agencia de viajes a que abrieran y me presenté en casa. Alicia dormía aún, le preparé un desayuno de los de película y se lo subí en bandeja a la cama. Al entrar se despertó, se desperezó y me miró con cara de hoy hay guerra. Pero le planté la bandeja delante y no le pareció mal, dejaremos la guerra para después del desayuno. Me senté a su lado mirándola saborear el café, las tostadas, las frutas, el yogur, deleitándose en cada bocado, en cada sorbo, chupando la punta de los dedos manchada de mermelada y pasando luego la lengua por los labios, para retener el sabor un poco más de tiempo. Al coger la servilleta descubrió el sobre, lo abrió, le brillaron los ojos al ver la reserva de la cabaña de esquí y los billetes de avión y me besó. No tuvo lugar la batalla que se avecinaba. Llevábamos ya veinte años juntos y nos hacía falta un revulsivo como este, que erradicara esa enfermedad interna que no se deja ver pero que corroe la relación como las termitas, vaciando la albura del matrimonio y manteniendo la corteza social de las apariencias.



Alicia, ¿dónde está Alicia? Mi corazón dormido empezó a latir con taquicardia. Intenté de nuevo moverme pero me sentía atrapado, aplastado, casi sin poder respirar. ¿Dónde estaba? Tranquilo, piensa, piensa. Primero mueve los dedos de las manos…si, los siento, apenas un leve movimiento pero están bien. Ahora, la cabeza, hay que hacer hueco para respirar, percibo una especie de rama que me araña la piel y debe ser esa rama que tengo encima lo que me ha permitido seguir respirando. Respira despacio, hay que aprovechar el poco aire que haya y esperar, esperar, continuar vivo.



Nacho esta vez estaba solo tomándose un gin tonic mientras escuchaba las noticias del telediario:

«Ayer sábado por la tarde en los Alpes Suizos se ha producido una avalancha que ha dejado, según la policía del cantón de Valais, 4 fallecidos y un desaparecido. En el grupo también había una mujer de 51 años que no fue arrollada por el alud. Los 4 fallecidos, dos mujeres y dos hombres, eran de nacionalidad francesa, residentes en Paris, la superviviente y el desaparecido son españoles, residentes en Madrid.

Los seis implicados en el accidente estaban haciendo esquí de travesía cuando los arrolló una avalancha cerca del puerto de montaña del Gran San Bernardo. Los esquiadores se desplazaban fuera de las pistas cuando una placa de nieve de uno 80 x 300 metros se desprendió y los arrastró.

Según la policía, a pesar de las difíciles condiciones meteorológicas, los fuertes vientos y la densa niebla, se continúa con la búsqueda del esquiador desaparecido, marido de la mujer que pudo evitar el alud y que dio el aviso de alarma llamando con su móvil al teléfono de emergencias. Gracias al GPS del Smartphone pudieron localizarla en seguida y parece que su marido también llevaba el Smartphone con GPS por lo que hay esperanza de encontrarle aún con vida.»

 Al principio no prestó mucha atención a la noticia, pero cuando salió la foto de la superviviente, dio un salto que hizo caer al suelo la copa del gin tonic para acercarse a la televisión y confirmar lo que su primera impresión le había sugerido: si, esa es Alicia.

Voy a seguir moviendo las manos, para mantenerme despierto. Menos mal que trajimos buenos equipos de montaña. Siento la boca seca. Lo que daría por un buen gin tonic. Estoy desvariando. Puedo distinguir que sigue deslizándose agua por mi cara pero ahora es fría, no cálida, es un goteo continuo, quizá con el calor de mi respiración se está deshelando la escarcha de las ramillas. Tengo que aprovecharla para beber. Que delicia unas pocas gotas de agua. ¡Dios mío! esos ruidos…espero que no esté cediendo el árbol y me quede aquí, en esta tumba de hielo atrapado para siempre. O tal vez me estén buscando. Ojalá me estén buscando. ¡Ehhhhhh! ¡Aiiiiiiiii! Apenas puedo articular palabra en mi garganta congelada, pero tengo que intentarlo ¡Ahhhhh!

─Rober, Rober, contesta, dime que estás bien, estamos aquí, estamos aquí, aguanta por favor, por favor. Soy Alicia, Alicia.

Lo primero que pedí cuando pude volver a hablar en el hospital fue un gin tonic. El doctor pensó que estaba delirando por el tiempo que había estado con escasez de oxígeno pero Alicia me miraba sonriendo y le dijo al doctor: «Ha vuelto, por fin ha vuelto».

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