Normandie

Normandie

viernes, 31 de julio de 2015

El regreso

Mucho ha cambiado la vida por aquí desde que te fuiste. No, no conseguí mis sueños de pintora. Recuerdo cuando me animabas a seguir «Eres buena de veras. No, no lo dejes, no te canses de empezar de nuevo, cada vez, cada día. Tienes magia en tus dedos de hada. Tus manos me lo cuentan: están hechas de barro para moldear el futuro, son recias, poderosas y divinas, como el arte.». Pero ahora no quiero hablar del pasado, eso ya no está al alcance de mis manos.
Me he acercado hasta aquí para entenderte. Para oír tus razones, no para hablarte, no, para escucharte ahora que has vuelto. Me miras con tu sonrisa burlona, esa mirada que siempre me inquietó y me hizo ruborizar tantas veces. Me sentía pequeña y estúpida e intentaba ocultártelo, presumir de carácter y dominio de mis sentimientos. Tú reías cuanto más lo intentaba y terminabas besándome con cariño. Cariño… cariño no era lo que yo esperaba de ti. Creo que quise de verdad ser pintora desde que tú me dijiste que te gustaban mis cuadros. Pero he vuelto al pasado y no es lo que me trae hoy aquí.
Me dijeron que habías vuelto, envejecido y estropeado por la vida, por la guerra. Desde luego tu expresión había cambiado: tu pasión por la vida, tu ansia de volar y ver mundo, de conseguir lo imposible, había desaparecido de tus ojos. Ojos perdidos tras la niebla de oscuros pensamientos que nunca dejabas traslucir. No ya no hablas. No quieres hablar. ¿Para qué?  ¿Para qué hablar? Todos los intentos de los médicos te enervaban, te volvían violento, desesperado. Realmente no querías luchar más, no buscabas vencer a nadie ni a nada. Cuéntame por qué volviste. ¿Realmente creíste que ibas a encontrarte con lo que habías dejado tantos años atrás? Cómo pudiste creer en esa ilusión infundada, imposible. Nada está ya como entonces.
¿Pasaste por la vereda del río? Seguro que ni siquiera la encontraste. Desapareció con los últimos recuerdos. Fue ese el motivo ¿verdad? Estoy segura de que fue ese el motivo. El vacio. Tenías que haberme llamado entonces. ¿También te daba miedo no encontrarme? ¿O te dio miedo el poderme encontrar?
Yo nunca me moví de aquí. Ni lo intenté. Ya me conoces. Me quedé en la tienda de mi tía, probando zapatos y botas al principio y remendando lo que quedaba de ellos cuando ya no quedaba nada. Ocultando mi rabia por no ser más valiente y seguir aquí. No, es cierto. No te escribí nunca. Lo intenté, sobre todo al principio, pero todas las cartas acabaron en el río. No me gusta mentir, ya me conoces, y no quería contarte… no quería que te enteraras. Como cuando te ocultaba mi torpeza, quería que me imaginaras fuerte y valiente, triunfadora. Sabía de los horrores del frente por lo que oía en la tienda a las mujeres. Pensaba en que a ti no te ocurriría. Tú eras fuerte y listo, sabías arreglártelas. Aún así, prefería no enviarte problemas por correo, por eso no te escribía. Lo guardé todo en el morral hasta que se lo llevó el olvido.
Alguien te contó ¿verdad? Fue eso. Te enteraste. No aguantaste el odio y el dolor. No viniste a buscarme por eso. Lo entiendo. Pero entiéndeme tú: estaba sola, era demasiado joven y no sabía qué hacer y no tenía a nadie con quien hablar. Instinto de sobrevivir. Aquí, en el pueblo también hubo una guerra. No era el frente, pero también luchábamos y moríamos. Odiábamos, sobre todo, odiábamos.
Te he traído unas amapolas, sé que no viven mucho tiempo desde que se cortan, no soportan la captura, por eso te gustaban.  Para que me perdones allá donde estés. Cuida del bebé que estará contigo. Y, por favor, no me odiéis. Yo sigo con mi vida ajada por el tiempo. Cuando se acabaron los zapatos, tuve que vender lo único que me quedaba. Te lo contaron, ¿verdad? ¿Fue esa la razón para quitarte la vida?

No hay comentarios:

Publicar un comentario