Como cada
octubre recibirá la llamada para organizar el viaje del fin de semana anterior
al día de todos los santos al pueblo, para
limpiar las sepulturas de la familia y poner los ramos de flores frescas sobre
ellas. Habrá que acordarse de llamar con tiempo a la floristería para que
tengan los ramos preparados, cada año más caros, dónde vamos a llegar. Las
llaves, no hay que olvidar que tendremos que llevar las llaves de la casona,
cerrada desde hace meses y, ya que vamos, no estaría de más entrar a dar una
vuelta a ver si todo sigue en orden. Esas humedades que suben vistiendo los
muros de humedad desde los cimientos, nos van a destrozar la casa. Dice la
señora Carmen, que la veo cuando salimos a tomar el fresco en el paseo cuando
voy en el verano, que la culpa es de los pozos abandonados en las casas, el
nivel sube y, al no usarse el agua, se come las paredes de las casas. Se lo
discute mi amiga Isabelita, según ella la culpa es del asfalto de las calles,
cuando estaban empedradas salía la humedad entre las piedras y así el suelo
respiraba, pero ahora el alquitrán no deja que salga la humedad porque es un
plástico y el agua rezuma en los muros de las fachadas.
Le contará que
la pobre Manolita murió este septiembre y no estará el próximo verano en la
tertulia. Tendremos que pasar a rezarle un avemaría cuando vayamos al
cementerio, y le dejaremos unos claveles de paso, que era buena amiga de la
familia. Qué pocas vamos quedando, y digo pocas porque todas somos mujeres en
el paseo. Recuerdo cuando salíamos los matrimonios y nos tomábamos unas
cervecitas juntos antes de volver a casa a cenar. Ya no queda ni uno. Todos
descansando en paz. Se me hace duro volver cada año al cementerio porque cada
vez tengo más santos allí y me da no sé que no acercarme a la sepultura y
rezarles un avemaría al menos.
Ella asentirá,
como cada octubre, y la llevará a su pueblo para repetir el ritual como tantas
otras vecinas. Se encontrarán de nuevo allí, aseando las sepulturas unos días
antes de todos los santos. Para que los demás vean que son gente de bien y
recuerdan y honran a sus muertos. La recogerá a las diez de su casa de la
ciudad y escuchará durante el camino los chismes que le hayan llegado desde la
última vez que se han visto. Oirá la perorata sin prestar atención, mientras su
mente estará volando siguiendo la corriente de cualquier asunto cotidiano que
haya quedado sin resolver en la ciudad.
Le contará
cuanto tiempo hace que no le llama su hija, tu hermana que vive en Almería, que
hay que ver no poder sacar ni un minuto para preocuparse de su salud. Y es que
no se preocupa por nadie. Ni por ella, que un día vamos a tener un disgusto,
porque le ha dado por no ir al médico y el mes pasado casi le da un infarto y
se queda. Bueno casi no, le dio un infarto pero fue leve y salió en seguida. En
el hospital le dijeron que se cuidara, que no es cosa de broma, cuando ha
llegado el primero hay que evitar que se repita porque el siguiente es más
fuerte y vuelve con ganas.
Cuando
lleguemos, tendremos que pasar a ver a Rosita que se porta muy bien conmigo en
los veranos. Viene todas las noches en verano a visitarme, de camino a su casa,
a ver si estoy bien o necesito algo. La pobre, está muy sola desde que falta su
madre. El año pasado nos limpió la sepultura cuando fue a limpiar la de sus
padres. ¡Qué corazón tiene! Ya te digo que es más que una hermana para mí.
Que no se nos
olvide coger el cubo y las bayetas, que las dejé preparadas en la alacena
cuando me vine. Y las tijeras para recortar las flores, que siempre me las deja
con unos rabos larguísimos y hay que recortarlos para que no se las lleve el
viento. La verdad es que Jacinta tiene muy buena mano con los ramos y mucho
gusto, llaman la atención los que prepara ella.
¿Vas a querer
comprar dulces en el obrador? Si lo aviamos rápido nos da tiempo a parar de
camino a la carretera. Yo quiero llevarme dos cajas de docena porque quiero
hacer un regalo a las monjitas y a mi médico de cabecera que se porta muy bien
conmigo y me manda muchos análisis aunque ahora los han recortado presupuesto y
escatiman todo lo que pueden.
Como cada
octubre, volverán a revivir los días pasados, con la familia, con los amigos,
los que están y los que se irán algún día con ellos. Algún día. Y ella, en el
camino de vuelta, por la tarde, volverá a sentir tristeza alejándose del
pueblo.
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