Normandie

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jueves, 28 de abril de 2016

El poder físico de las palabras





(Homenaje a Edgar Allan Poe)

            Agathos. Y mientras así hablaba, ¿no cruzó por tu mente algún pensamiento sobre
 el poder físico de las palabras? Cada palabra, ¿no es un impulso en el aire?
Edgar Allan Poe
El poder de las palabras
           
La niña me mira con recelo mientras le sonrío. Apoya su carita en la cadera de su madre, para sentirla, para avisarme: estoy protegida, no te acerques. Pasan los minutos sin consciencia y de nuevo estoy desplazándome en el metro, de pie, sujetándome casi de puntillas a una barra horizontal paralela a la dirección de las vías que me guían.

            Próxima estación: Retiro

Yo también era una niña y me llevaban mis padres agarrada. No te sueltes, me decían, que en el metro te puedes perder y alguien podría llevarte y nunca más volveríamos a vernos. Entonces apretaba mi manita dentro de la manopla para no soltarme de esa mano que me aseguraba tranquilidad y alejaba mis miedos. Todos los años íbamos a la Feria del Libro y volvía a casa con mi cuento como premio.

Hoy voy sola. Mi mano busca aferrarse a la seguridad de un brazo protector pero se contenta agarrando con fuerza la llave que llevo en el bolsillo. Camino por el Paseo de coches, las casetas aún están cerradas. Representan el Olimpo, nubes blancas que guardan a los dioses que aún duermen. Miro hacia el cielo, el día es frío, nuboso y gris. El silencio pasea por la calle entre las casetas, a mi lado. Otros caminantes se van acercando, como yo, despacio, sigilosos. Busco un número y, cuando lo encuentro, oigo como un leve rumor justo cuando extiendo la llave que aprieto entre mis dedos y la introduzco en la cerradura. Como la mía, otras muchas casetas se desperezan y van abriendo sus ojos y enseñando su interior. Las palabras se escapan en tumulto y se inicia una corriente de aire que deviene al poco en vendaval cuando se reúnen con las que juguetean al otro lado de la calle. Comienzan a hacer círculos creando una impetuosa tempestad que se congrega sobre el espacio de las casetas, allí donde antes solo habitaba el silencio. Me tiendo sobre los libros para evitar que se alejen volando impulsados por el temporal. Mi cabello se sacude por efecto del viento y me siento mareada. Mi estómago se da la vuelta dentro de mi cuerpo, siento que no lo puedo sujetar.

Entonces escucho una voz dulce y cariñosa que me dice:
Señora, ¿me firma el libro?
Levanto la vista y enfrente, empinándose para llegar, hay una pequeña que me tiende un cuento. Un rayo de sol ilumina la caseta y el mundo de las palabras renace de nuevo un año más.


Madrid en Feria VVAA
 Playa de Ákaba

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